miércoles, 21 de septiembre de 2011

HISTORIA

INTRODUCCIÓN TEMÁTICA

El tema que vamos a ver a continuación es de suma importancia, en el esta gran parte de la historia de la humanidad. “Historia” este tema que a todos de una u otra manera nos debe de interesar ya que todos la estamos viviendo y claro estamos haciendo nuestra propia historia.
Historia, su objetivo es el estudio de lo pasado, es tan importante la historia que si le ponemos un poco de atención nos relata sucesos desde los reales hasta los imaginarios, dar un paseo atreves del pasado en la historia nos ayuda en gran parte a poder sobrellevar el presente y a mejorar el futuro.
La historia es tan importante en la actualidad que incluso es parte de las ciencias, la cual es denominada como “ciencias humanas” bueno este tema es tan extenso y a la vez tan interesante que no es tan difícil trabajar en este tema, a continuación hemos investigado para aprender un poco más de él, los invito a ver con mucha atención el desarrollo temático que a continuación presentamos y tengan su propio punto de vista de la historia de la humanidad.
 

DESARROLLO TEMATICO

Historia
La historia es la ciencia que tiene como objeto de estudio el pasado de la humanidad y como método el propio de las ciencias sociales. Se denomina también historia al periodo histórico que transcurre desde la aparición de la escritura hasta la actualidad.
Más allá de las acepciones propias de la ciencia histórica, historia en el lenguaje usual es la narración de cualquier suceso, incluso de sucesos imaginarios y de mentiras, sea su propósito el engaño, el placer estético o cualquier otro (ficción histórica). Por el contrario, el propósito de la ciencia histórica es la fijación fiel de los hechos e interpretarlos ateniéndose a criterios de objetividad; aunque la posibilidad de cumplimiento de tales propósitos y el grado en que sea posible son en sí mismos objetos de debate.
En medicina se utiliza el concepto de historia clínica para el registro de datos sanitarios significativos de un paciente, que se remontan hasta su nacimiento o incluso a su herencia genética.
A su vez, llamamos historia al pasado mismo, e, incluso, puede hablarse de una historia natural en que la humanidad no estaba presente (término clásico ya en desuso, que se utilizaba para referirse no sólo a la geología y la paleontología sino también a muchas otras ciencias naturales; las fronteras entre el campo al que se refiere este término y el de la prehistoria y la arqueología son imprecisas, a través de la paleoantropología).
Ese uso del término historia lo hace equivalente a cambio en el tiempo. En ese sentido se contrapone al concepto de filosofía, equivalente a esencia o permanencia (lo que permite hablar de una filosofía natural en textos clásicos y en la actualidad, sobre todo en medios académicos anglosajones, como equivalente a la física). Para cualquier campo del conocimiento, se puede tener una perspectiva histórica -el cambio- o bien filosófica -su esencia-. De hecho, puede hacerse eso para la historia misma y para el tiempo mismo.
Historia como ciencia
Dentro de la popular división entre ciencias y letras o humanidades, se tiende a clasificar a la historia entre las disciplinas humanísticas junto con otras ciencias sociales (también denominadas ciencias humanas); o incluso se le llega a considerar como un puente entre ambos campos, al incorporar la metodología de éstas a aquéllas. La ambigüedad de esa división del conocimiento humano, y el cuestionamiento de su conveniencia, ha llevado al llamado debate de las dos culturas.

No todos los historiadores aceptan la identificación de la historia con una ciencia social, al considerarla una reducción en sus métodos y objetivos, comparables con los del arte si se basan en la imaginación (postura adoptada en mayor o menor medida por Hugh Trevor-Roper, John Lukacs, Donald Creighton, Gertrude Himmelfarb o Gerhard Ritter). Los partidarios de su condición científica son la mayor parte de los historiadores de la segunda mitad del siglo XX y del siglo XXI (incluyendo, de entre los muchos que han explicitado sus preocupaciones metodológicas, a Fernand Braudel, E. H. Carr, Fritz Fischer, Emmanuel Le Roy Ladurie, Hans-Ulrich Wehler, Bruce Trigger, Marc Bloch, Karl Dietrich Bracher, Peter Gay, Robert Fogel, Lucien Febvre, Lawrence Stone, E. P. Thompson, Eric Hobsbawm, Carlo Cipolla, Jaume Vicens Vives, Manuel Tuñón de Lara o Julio Caro Baroja). Buena parte de ellos, desde una perspectiva multidisciplinar (Braudel combinaba historia con geografía, Bracher con ciencia política, Fogel con economía, Gay con psicología, Trigger con arqueología), mientras los demás citados lo hacían a su vez con las anteriores y con otras, como la sociología y la antropología. Esto no quiere decir que entre ellos hayan alcanzado una posición común sobre las consecuencias metodológicas de la aspiración de la historia al rigor científico, ni mucho menos que propongan un determinismo que (al menos desde la revolución einsteniana de comienzos del siglo XX) no proponen ni las llamadas ciencias duras. Por su parte, los historiadores menos proclives a considerar científica su actividad tampoco defienden un relativismo estricto que imposibilitaría de forma total el conocimiento de la historia y su transmisión; y de hecho de un modo general aceptan y se someten a los mecanismos institucionales, académicos y de práctica científica existentes en historia y comparables a los de otras ciencias (ética de la investigación, publicación científica, revisión por pares, debate y consenso científico, etc.).
La utilización que hace la historia de otras disciplinas como instrumentos para obtener, procesar e interpretar datos del pasado permite hablar de ciencias auxiliares de la historia de metodología muy diferente, cuya subordinación o autonomía depende de los fines a los que estas mismas se apliquen.
Historia como disciplina académica
El registro de anales y crónicas fue en muchas civilizaciones un oficio ligado a un cargo institucional público, controlado por el estado. Sima Qian (denominado padre de la Historia en la cultura china) inauguró en esa civilización los registros históricos oficiales burocratizados (siglo II a. C.). La crítica del musulmán Ibn Jaldún (Muqaddima -Prolegómenos a la Historia Universal-, 1377) a la manera tradicional de hacer historia no tuvo consecuencias inmediatas, siendo considerado un precedente de la renovación de la metodología de la historia y de la filosofía de la historia que no se inició hasta el siglo XIX, fruto de la evolución de la historiografía en Europa Occidental. Entre tanto, los cronistas oficiales castellanos y de Indias dieron paso en la España ilustrada del siglo XVIII a la fundación de la Real Academia de la Historia; instituciones similares existen en otros países.
La docencia de la historia en la enseñanza obligatoria fue una de las bases de la construcción nacional desde el siglo XIX, proceso simultáneo a la proliferación de las cátedras de historia en las universidades (inicialmente en las facultades de letras o Filosofía y Letras, y con el tiempo, en facultades propias o de Geografía e Historia -disciplinas cuya proximidad científica y metodológica es una característica de la tradición académica francesa y española-) y la creación de todo tipo de instituciones públicas y privadas (clubes históricos o sociedades históricas, muy habitualmente medievalistas, respondiendo al historicismo propio del gusto romántico, empeñado en la búsqueda de elementos de identificación nacional); así como publicaciones dedicadas a la historia.
En la enseñanza media de la mayor parte de los países, los programas de historia se diseñaron como parte esencial del currículo. En especial la agregación de historia presente en los lycées franceses desde 1830 adquirió con el tiempo un prestigio social incomparable con los cargos similares en otros sistemas educativos y que caracterizó el elitismo de la escuela laica republicana hasta finales del siglo XX.
A ese proceso de institucionalización, siguió la especialización y subdivisión de la disciplina con diferentes sesgos temporales (de cuestionable aplicación fuera de la civilización occidental: historia antigua, medieval, moderna, contemporánea -estas dos últimas, habituales en la historiografía francesa o española, no suelen subdividirse en la historiografía anglosajona: en: modern era-), espaciales (historia nacional, regional, local, continental -de África, de Asia, de América, de Europa, de Oceanía-), temáticos (historia política, militar, de las instituciones, económica y social, de los movimientos sociales y de los movimientos políticos, de las civilizaciones, de las mujeres, de la vida cotidiana, de las mentalidades, de las ideas, cultural), historias sectoriales ligadas a otras disciplinas (historia del arte, de la música, de las religiones, del derecho, de la ciencia, de la medicina, de la economía, de la ciencia política, de las doctrinas políticas, de la tecnología), o centrada en cualquier tipo de cuestión particular (historia de la electricidad, de la democracia, de la Iglesia, de los sindicatos, de los sistemas operativos, de las formas -literarias de la Biblia-, etc.) Ante la atomización del campo de estudio, también se han realizado distintas propuestas que consideran la necesidad de superar esas subdivisiones con la búsqueda de una perspectiva holística (historia de las civilizaciones e historia total) o su enfoque inverso (microhistoria).

El Premio Nacional de Historia (de Chile -bianual, a una personalidad- y de España -a una obra publicada cada año-) y el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales (a una personalidad del ámbito de la historia, la geografía u otras ciencias sociales) son los más altos reconocimientos de la investigación histórica en el ámbito hispanohablante, mientras que en el ámbito anglosajón existe una de las versiones del Premio Pulitzer (en: Pulitzer Prize for History). El Premio Nobel de Literatura, que puede recaer en historiadores, sólo lo hizo en dos ocasiones (Theodor Mommsen, en 1902, y Winston Churchill, en 1953). Desde una perspectiva más propia de la consideración actual de la historia como una ciencia social, el Premio Nobel de economía fue concedido a Robert Fogel y Douglass North en 1993.
Historia como escritura
La identificación del concepto de historia con la narración escrita del pasado produce, por un lado, su confusión con el término historiografía (historia se llama a la vez al objeto estudiado, a la ciencia que lo estudia y al documento resultado de ese estudio); y por otro justifica el empleo del término prehistoria para el período anterior a la aparición de la escritura, reservándose el nombre historia para el periodo posterior.
Según ese uso restrictivo, la mayor parte de la humanidad queda fuera de la historia, no tanto porque no accede personalmente a la lectura y la escritura (el analfabetismo fue la condición común de la inmensa mayoría de la población, incluso para las clases dominantes, hasta la imprenta), sino porque los reflejados en el discurso histórico han sido siempre muy pocos, y grupos enteros quedan invisibilizados (las clases bajas, las mujeres, los discrepantes que no pueden acceder al registro escrito), con lo que ha sido objeto de preocupación de algunos historiadores la reconstrucción de la visión de los vencidos y la historia desde abajo.
Lo mismo ocurre con gran número de pueblos y culturas (las consideradas como culturas primitivas, en una terminología ya desfasada de la antropología clásica) que no tienen historia. El tópico los idealiza al considerar que son pueblos felices. Entran en ella cuando se produce su contacto, habitualmente destructivo (aculturación), con civilizaciones (sociedades complejas, con escritura). Incluso en ese momento no son propiamente objeto de la historia sino de la protohistoria (historia realizada a partir de las fuentes escritas producidas por los que generalmente son sus pueblos colonizadores por oposición a los pueblos indígenas). No obstante, independientemente de que los historiadores y los antropólogos ideológicamente tengan una tendencia etnocentrista (eurocentrista, sinocentrista o indigenista) o, de forma opuesta, multiculturalista o relativista cultural, existe la posibilidad de obtener o reconstruir un relato fiable de los acontecimientos que afectan a un grupo humano utilizando otras metodologías: fuentes arqueológicas (cultura material) o historia oral. En buena parte, esta diferencia es artificial, y no necesariamente novedosa: el mismo Heródoto no puede sino usar ese tipo de fuentes documentales cuando redacta la que se considera la primera Historia, o al menos acuña el término, en la Grecia del siglo V a. C. para que el tiempo no abata el recuerdo de las acciones de los hombres y que las grandes empresas acometidas, ya sea por los griegos, ya por los bárbaros, no caigan en olvido; da también razón del conflicto que puso a estos dos pueblos en la lid. Así comienza su obra titulada Ἱστορίαι (léase historial, literalmente "investigaciones", "exploraciones", latinizado Historiae -"Historias", en plural-), seminal para la ciencia histórica, y que suele denominarse en castellano Los nueve libros de historia. La lid citada son las guerras médicas y los bárbaros, persas.
Etimología
La palabra historia deriva del griego ἱστορία (léase historia, traducible por "investigación" o "información", conocimiento adquirido por investigación), del verbo ἱστορεῖν ("investigar"). De allí pasó al latín historia, que en castellano antiguo evolucionó a estoria (como atestigua el título de la Estoria de España de Alfonso X el Sabio, 1260-1284) y se reintrodujo posteriormente en el castellano como un cultismo en su forma latina original.
La etimología remota procede del protoindoeuropeo wid-tor- (de la raíz weid-, "saber, ver" -construcción hipotética-) presente también en la palabras latinas idea o visión, en las germánicas wit, wise o wisdom, la sánscrita veda, y las eslavas videti o vedati, y en otras lenguas de la familia indoeuropea.
La palabra antigua griega ἱστορία fue usada por Aristóteles en su Περὶ τὰ ζῷα ἱστορίαι (léase Peri ta zoa jistória, latinizado Historia animalium, traducible por Historia de los animales [el título griego es plural y el latino es singular]). El término se derivaba de ἵστωρ (léase jístōr, traducible por "hombre sabio", "testigo" o "juez"). Se pueden encontrar usos de ἵστωρ en los himnos homéricos, Heráclito, el juramento de los efebos atenienses y en las inscripciones beocias (en un sentido legal, con un significado similar a "juez" o "testigo"). El rasgo aspirado es problemático, y no se presenta en la palabra cognata griega εἴδομαι ("aparecer"). La forma ἱστορεῖν ("inquirir"), es una derivación jónica, que se expandió primero en la Grecia clásica y más tarde en la civilización helenística.
Historia, historiografía e historiología
En el estudio de la historia conviene diferenciar tres conceptos a veces usados laxamente y que pueden llegar a ser confundidos entre sí:
La historiografía es el conjunto de técnicas y métodos propuestos para describir los hechos históricos acontecidos y registrados. La correcta praxis de la historiografía requiere el empleo correcto del método histórico y el sometimiento a los requerimientos típicos del método científico. También se denomina historiografía a la producción literaria de los historiadores, y a las escuelas, agrupaciones o tendencias de los historiadores mismos.
La historiología o «teoría de la historia» es el conjunto de explicaciones, métodos y teorías sobre cómo, por qué y en qué medida se dan cierto tipo de hechos históricos y tendencias sociopolíticas en determinados lugares y no en otros. El término fue introducido por José Ortega y Gasset y el DRAE lo define como el estudio de la estructura, leyes y condiciones de la realidad histórica.
La historia como conjunto de hechos realmente acontecidos en el pasado de la humanidad; aunque muy frecuentemente se entiendan restrictivamente como hechos históricos únicamente a los acontecimientos trascendentes, los que tienen un alcance lo suficientemente amplio como para ser útiles para la comprensión de hechos posteriores, o al menos los que son interpretados así desde la perspectiva del historiador que los destaca o considera dignos de recuerdo (memoria histórica). La selección de esos hechos es cuestión de debate, pues cada una de las interpretaciones de la historia pone el protagonismo de la historia (sujeto histórico) en uno u otro lugar, lo que determina qué datos considerar hechos relevantes. Los partidarios de una historia política, militar, cultural, o de las instituciones no coincidirán con los partidarios de una historia económica y social; oposición expresada en los términos marxistas de superestructura y estructura o el unamuniano de intrahistoria.

Es imposible ignorar la polisemia y la superposición de estos tres términos, pero simplificando al máximo: la historia son los hechos del pasado; la historiografía es la ciencia de la historia; y la historiología es la epistemología o teoría de la historia.
Filosofía de la historia
La filosofía de la historia es la rama de la filosofía que concierne al significado de la historia humana, si es que lo tiene. Especula un posible fin teleológico de su desarrollo, o sea, se pregunta si hay un diseño, propósito, principio director o finalidad en el proceso de la historia humana. No debe confundirse con los tres conceptos anteriores, de los que se separa claramente. Si su objeto es la verdad o el deber ser, si la historia es cíclica o lineal, o existe la idea de progreso en ella, son materias que debate la filosofía de la historia.

Fines y justificación de la historia
Tampoco deben confundirse los supuestos fines teleológicos del hombre en la historia con los fines de la historia es decir, la justificación de la propia historia como memoria de la humanidad. Si la historia es una ciencia social y humana, no puede abstraerse del porqué se encarga de estudiar los procesos sociales: explicar los hechos y eventos del pasado, sea por el conocimiento mismo, sea por que nos ayudan a comprender el presente: Cicerón bautizó a la historia como maestra de la vida, y como él Cervantes, que también la llamó madre de la verdad. Benedetto Croce remarcó la fuerte implicación del pasado en el presente con su toda historia es historia contemporánea. La historia, al estudiar los hechos y procesos del pasado humano, es un útil para la comprensión del presente y plantear posibilidades para el futuro. Salustio llegó a decir que entre las distintas ocupaciones que se ejercitan con el ingenio, el recuerdo de los hechos del pasado ocupa un lugar destacado por su gran utilidad. Un tópico muy difundido (atribuido a Jorge Santayana) advierte que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla, aunque otro tópico (atribuido a Carlos Marx) indique a su vez que cuando se repite lo hace una vez como tragedia y la segunda como farsa.
La radical importancia de ello se basa en que la historia, como la medicina, es una de las ciencias en que el sujeto investigador coincide con el objeto a estudiar. De ahí la gran responsabilidad del historiador: la historia tiene una proyección al futuro por su potencia transformadora como herramienta de cambio social; y a los profesionales que la manejan, los historiadores, les es aplicable lo que Marx dijo de los filósofos (hasta ahora se han encargado de interpretar el mundo y de lo que se trata es de transformarlo). No obstante, desde otra perspectiva se pretende una investigación desinteresada para la objetividad en la ciencia histórica.
División del tiempo histórico
No hay un acuerdo universal sobre la periodización de la historia, aunque sí un consenso académico sobre los periodos de la historia de la civilización occidental, basado en los términos acuñados inicialmente por Cristóbal Celarius (Edades Antigua, Media y Moderna), que ponía al mundo clásico grecorromano y su Renacimiento como los hechos determinantes para la división; y que actualmente es de aplicación general. La acusación de eurocentrismo que se hace a tal periodización no impide que sea la más utilizada, por ser la que responde precisamente al desarrollo de los procesos históricos que produjeron el mundo contemporáneo.
En cuanto a la división del tiempo prehistórico en Edad de la Piedra y Edad de los Metales, fue propuesta en 1836 por el arqueólogo danés Christian Jürgensen Thomsen.
El problema de cualquier periodización es hacerla coherente en términos sincrónicos y diacrónicos, es decir: que sea válida tanto para el transcurso del tiempo en un único lugar, como para lo que ocurre al mismo tiempo en distintos ámbitos espaciales. Cumplir ambos requisitos resulta difícil cuando los fenómenos que originan el comienzo de un periodo en un lugar (especialmente el Próximo Oriente, Asia central o China) tardan en difundirse o surgir endógenamente en otros lugares, que a su vez pueden estar más o menos próximos y conectados (como Europa Occidental o el África subsahariana), o más o menos lejanos y desconectados (como América u Oceanía). Para responder a todo ello, los modelos de periodización incluyen términos intermedios y periodos de solapamiento (yuxtaposición de características distintas) o transición (aparición paulatina de las novedades o características mixtas entre el periodo que empieza y el que termina). La didáctica de la historia se ayuda frecuentemente de diferentes tipos de representación gráfica de la sucesión de hechos y procesos en el tiempo y en el espacio.


Prehistoria
Prehistoria. Desde la aparición del hombre (diferenciación de las distintas especies del género Homo, su tribu hominina, superfamilia Hominoidea, orden de los primates), de fechas inciertas, hace más de dos millones de años; hasta la aparición de la escritura, en torno al IV milenio a. C.
Paleolítico (etimológicamente Antigua Edad de Piedra, por la piedra tallada). Los hechos más decisivos son los ligados a la evolución humana, en lo físico, y a la evolución cultural primitiva (utilización de herramientas y del fuego y desarrollo de distintos tipos de colaboración y conducta social primitiva; destacadamente el lenguaje). Los grupos sociales no superarían el tamaño de hordas, con una densidad de población inferior a un habitante por kilómetro cuadrado. La economía se limitaba a una relación depredadora con el medio ambiente (caza, pesca y recolección), lo que no impedía un impacto notable (primera humanización del paisaje natural y extinciones provocadas por la presión de la actividad humana en los ecosistemas donde se introduce).
Paleolítico inferior. Primeros modos de talla lítica de instrumentos (Olduvayense o modo 1 y Achelense o modo 2), asociados a restos fósiles de homínidos: Australopitecus, Homo habilis y Homo ergaster (África sudoriental), Homo erectus (extendido por todo el Viejo Continente); Homo antecesor y Homo heidelbergensis (específicos de Europa -yacimiento de Ata puerca-).
Paleolítico medio. Ligado a cambios en la cultura material (Musteriense o modo 3) y en las especies de homínidos (Hombre de Neanderthal en Europa, Homo sapiens arcaico en África -Hombres de Kibish-), desde hace 130.000 años hasta hace 35.000 años aproximadamente.
Paleolítico superior. Ligado a la cultura material asociada al Homo sapiens moderno: el modo 4 (Auriñaciense, Gravetiense, Solutrense, Magdaleniense -en Europa-, Clovis y Monte Verde -en América, donde por primera vez aparecen homínidos-); desde hace 35.000 años hasta hace 10.000 años aproximadamente. Ya no hay cambios significativos para la paleo antropología en el registro fósil; las variaciones entre distintos grupos son mucho más sutiles: las estudiadas tradicionalmente por la antropología física y que se conocían como razas humanas, y que la moderna genética de poblaciones estudia con renovadas metodologías (genética molecular). Junto con la paleo-lingüística pretende reconstruir las migraciones primitivas.

Mesolítico/Epipaleolítico/Protoneolítico. Periodo de transición, ligado a los cambios que produjo el fin de la última glaciación. Desde el X milenio a. C. hasta el VIII milenio a. C., aproximadamente. En las zonas en las que significó una transición hacia el neolítico se denomina mesolítico, mientras que en el resto, en las que es las que sólo significa una fase de continuación del paleolítico, se denomina epipaleolítico.
Neolítico (etimológicamente "nueva Edad de Piedra", por la piedra pulimentada: modo 5). Del VIII milenio a. C. al IV milenio a. C. aproximadamente. Su inicio en cada zona está ligado al desarrollo de la denominada Revolución Neolítica: sustitución de la economía depredadora (caza, pesca y recolección) por la economía productora (agricultura y ganadería), lo que intensificó extraordinariamente la densidad de población (de crecimiento limitado -régimen demográfico antiguo-) y el impacto en el medio ambiente. Aparición de la cerámica, sustitución del nomadismo por el sedentarismo (asentamientos estables o aldeas). Tuvo lugar a partir del VIII milenio a. C. en el Creciente fértil del Oriente Próximo, y se difundió hacia el norte de África y Europa (en España a partir del VI milenio a. C.) y Asia. La aparición de la agricultura y la ganadería se produjo de forma endógena en otras zonas del mundo (con seguridad en América, de forma menos clara en otras zonas).
Edad de los Metales. Desde el IV milenio a. C. (o más tarde, según la zona), que aunque es una época ya histórica en el Próximo Oriente Antiguo, es aún prehistórica en la mayor parte del mundo. Innovaciones tecnológicas de difusión paulatina (metalurgia, rueda, arado, vela). Algunas aldeas se amurallan y aumentan de tamaño hasta transformarse en ciudades. La economía y la sociedad se hace más compleja (excedentes, comercio a larga distancia, especialización del trabajo, estratificación social con una élite dirigente caracterizada por la exhibición de riqueza en forma de armas y monumentos funerarios). El tránsito a la historia se dará cuando se complete la formación de las sociedades complejas (civilizaciones) con estado y religión institucionalizada, que producirán la escritura.

Calcolítico o Edad del Cobre (III milenio a. C. aproximadamente, en Europa Occidental).
Edad del Bronce (II milenio a. C. aproximadamente, en Europa Occidental).
Edad del Hierro (I milenio a. C. aproximadamente, en Europa Occidental, hasta la romanización).
Historia
Historia. Desarrollo de la escritura como consecuencia de la aparición de los primeros estados. IV milenio a. C. en Sumeria.
Protohistoria. Período de solapamiento: las civilizaciones que desarrollan escritura dejan constancia escrita no sólo de sí mismas, sino de otros pueblos que no lo han hecho. Habitualmente los pueblos colonizadores son los que dejan testimonio histórico de su relación los pueblos indígenas (por ejemplo, de los pueblos prerromanos).

Edad Antigua: Nacimiento de la civilización en el Antiguo Oriente Próximo (a veces denominado Antigüedad temprana). Primeros estados (templos, ciudades-estado, imperios hidráulicos) en Mesopotamia (Sumeria, Acad, Babilonia, Asiria), Antiguo Egipto, Levante Mediterráneo .
Edad Media: De validez restringida a Occidente, desde la caída del Imperio romano de Occidente (siglo V) hasta la caída del Imperio romano de Oriente (siglo XV). En un periodo tan prolongado se produjeron dinámicas muy complejas, que poco tienen que ver con los tópicos de aislamiento, inmovilismo y oscurantismo con que se la definía desde la perspectiva de la modernidad, que la infravaloraba como un paréntesis de atraso y discontinuidad entre una mitificada edad antigua y su renacimiento en la moderna.
Alta Edad Media: siglo V al siglo X. Una época oscura por la escasez de fuentes escritas, debida al retroceso de la vida urbana y de la descomposición del poder político que caracterizan al feudalismo.
Baja Edad Media: Del siglo XI al siglo XV. A veces se restringe al siglo XIV y al siglo XV, como Crisis de la Edad Media o Crisis del siglo XIV; denominándose el periodo del siglo XI al siglo XIII como Plenitud de la Edad Media. Se produce una revolución urbana y un aumento de la actividad comercial y artesanal de una incipiente burguesía, al tiempo que se fortalece el poder de las monarquías feudales. Los poderes universales (Pontificado e Imperio) se enfrentan y entran en crisis. Las Cruzadas demuestran la capacidad de expansión europea hacia el oriente del Mediterráneo, mientras en Al-Ándalus (España musulmana) se imponían los reinos cristianos del norte peninsular. La universidad medieval reelaboró el saber antiguo a través de la escolástica (revolución del siglo XII). En los siglos finales se conforman los rasgos que caracterizarán todo el periodo del Antiguo Régimen: una economía en transición del feudalismo al capitalismo, una sociedad estamental y una monarquía autoritaria en transición a la monarquía absoluta.
Edad Moderna: De mediados o finales del siglo XV a mediados o finales del siglo XVIII. (Para los anglohablantes, Early Modern Times, es decir, "Primera Edad Moderna" o "Edad Moderna Temprana"). Se toma como hitos que marcan su comienzo la Imprenta, la toma de Constantinopla por los turcos o el descubrimiento de América; como final, la Revolución francesa, la Independencia de los Estados Unidos de América o la Revolución industrial. Es por primera vez, un periodo de validez casi mundial, puesto que para la mayor parte del mundo (con la excepción sólo parcial de China o Japón -que tras unos primeros contactos optan por cerrarse a la influencia exterior en mayor o menor medida- o de espacios recónditos de América, África y Oceanía -colonizados en el siglo XIX-), significó la imposición de la civilización occidental y la denominada economía-mundo. Se inició con la era de los descubrimientos y la expansión del imperio español y el portugués, mientras el mundo de las ideas experimentaba las innovaciones del Renacimiento, la Reforma Protestante y la Revolución científica; contrapesadas por la Contrarreforma y el Barroco. Mientras en la Francia de Luis XIV triunfaba el absolutismo, en otras partes de Europa noroccidental lo hacían las primeras revoluciones burguesas que desafiaban al Antiguo Régimen (revolución holandesa, revolución inglesa) y en el sur y este del continente se observaba un proceso de refeudalización. El eje de la civilización se desplazó de la cuenca del Mediterráneo al océano atlántico. La crisis del siglo XVII y los tratados de Westfalia reedificaron un nuevo equilibrio europeo que imposibilitaba las hegemonías española o francesa, y que se mantuvo durante el siglo XVIII, caracterizado intelectualmente por la Ilustración. A lo largo de todo el periodo se van gestando los modernos conceptos de nación y estado.
Edad Contemporánea. Desde mediados o finales del siglo XVIII hasta el presente. (Para los anglohablantes Later Modern Times, es decir, "Segunda Edad Moderna" o "Edad Moderna Tardía"). Una inicial era de las revoluciones (revolución industrial, revolución burguesa y revolución liberal) acabó con el Antiguo Régimen y dio paso en la segunda mitad del siglo XIX al triunfo del capitalismo que se extiende con el imperialismo a todo el mundo, al tiempo que se veía contestado por el movimiento obrero. Las guerras napoleónicas dieron paso a un periodo de hegemonía británica durante la era Victoriana. El comienzo de la transición demográfica (primero en Inglaterra, poco después en el continente europeo y posteriormente en el resto del mundo) produce una verdadera explosión demográfica que altera de forma radical el equilibrio social y el del hombre con la naturaleza, sobre todo a partir de la segunda revolución industrial (paso de la era del carbón y de la máquina de vapor a la era del petróleo y el motor de explosión y la era de la electricidad). La primera mitad del siglo XX se marcó por dos guerras mundiales y un período de entreguerras en el que las democracias liberales enfrentadas a la crisis de 1929 se ven desafiadas por los totalitarismos soviético y fascista. La segunda mitad del siglo XX se caracterizó por el equilibrio del terror entre las dos superpotencias (Estados Unidos y la Unión Soviética), y la descolonización del Tercer Mundo, en medio de conflictos regionales de gran violencia (como el árabe-israelí) y una aceleración de la innovación tecnológica (tercera revolución industrial o revolución científico-técnica). Desde 1989, la caída del muro de Berlín y la desaparición del bloque comunista condujeron al mundo actual del siglo XXI presidido por la globalización tanto de la economía como de la presencia política, militar e ideológica (poder blando) de la única superpotencia, así como de sus aliados (potencias clásicas -Unión Europea, Japón-), socios o posibles rivales (potencias emergentes -China-) y opositores (potencias menores, como algunos países islámicos, y movimientos a veces expresados en terrorismo -11-S-).

 
Conclusión

Como hemos visto la historia son una serie de acontecimientos que han sucedido a lo largo del pasado de la humanidad y aunque muy frecuentemente se entiendan como hechos históricos tienen un alcance suficientemente amplio para ser útiles.
Para la comprensión de hechos posteriores, así como también ha ayudado a diversas ciencias a la comprensión de eventos o hechos que sucedieron hace millones de años, las evoluciones por las que el planeta tierra ha pasado así como la diferencia de ideologías en las que grandes historiadores han descifrado nuestro pasado.
Más allá de las acepciones propias de la ciencia histórica es el lenguaje usual en la narración de cualquier suceso incluso de sucesos imaginarios y de mentiras, sea el engaño el placer estético, o cualquier otro.
Por el contrario el propósito de la ciencia histórica es la fijación fiel de los hechos e interpretarlos ateniéndose a criterios de objetividad.
Así la historia se ha ido construyendo por miles y miles de años y gracias a ella y a la gente que la estudia hoy en la actualidad se han resuelto grandes incógnitas así como se han encontrado respuestas a un sin número de preguntas y se han resuelto grandes incógnitas para la humanidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario